De la mano de personas que hasta esos días desconocía, me llegó este verano un libro de aspecto interesante. Del autor, Héctor Abad Faciolince, escritor colombiano amigo de una de ellas, no había oído hablar nunca. Del título de la obra, ”El olvido que seremos”, tampoco.
De ella, no diría que es una novela, aunque entre sus páginas se encuentran historias novelescas y fantásticas, increíbles algunas. Diría que ante todo cuenta la historia de recuerdos emocionados, in memorian, a la vida de un hombre excepcional, el padre del autor, cercano, generoso y tolerante, que fue el héroe de su vida. Diría que lo escribió por amor, para rescatarlo del olvido y honrar su memoria, para glosar sus conflictos y sus pequeñas-grandes obras. También, por él mismo, como catarsis, para expulsar demonios, para poner en orden sus vivencias cicatrizando heridas, aunque para ello hubieran de pasar 20 años tras su muerte y tuviera el valor necesario para desenterrar las sombras.
En cualquiera de sus páginas te conmueve el amor exuberante, casi de adoración, que el autor niño proyecta en la figura del padre:
“…la idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir y por eso yo había resuelto tirarme al río Medellín si eso ocurría”.
“….Ya no voy a rezar más para no ir al Cielo, a mi no me gusta el cielo sin mi papá”.
“… Amaba a mi padre sobre todas las cosas, … amaba a mi papá con un amor animal”.
“…. Me gustaba su olor y también el recuerdo de su olor”.
“… Me gustaban sus voz y sus manos”.
“…. Me gustaba la pulcritud de sus ropas y la meticulosa limpieza de su cuerpo.”
Sus líneas rezuman ternura y risas, tristeza a veces , también rabia, desolación y miedo tras su muerte. Sin embargo, la grandeza de esta obra es que está escrita sin revanchas ni demagogias, con mente lúcida, con valentía y con una honestidad arrolladora.
“El olvido que seremos” retrata, sin fisuras, la intolerancia y la intransigencia de un país. Narra la historia triste de Colombia y de su violencia, donde se mata desde cualquier bando, sólo por pensar de otra manera. Un país que sigue siendo todavía escenario impune de miles de desaparecidos, torturados, asesinados o exiliados, como lo fue el propio Abad Faciolince durante muchos años.
Para terminar, además de recomendaros encarecidamente su lectura, os dejo la semblanza del personaje que dió lugar a este hermosos alegato, el mejor tributo que pueda dedicársele.
Hector Abad Gómez , médico, ensayista y político, nació en Jericó, provincia de Antioquía – Colombia- Ejerció, hasta su jubilación forzada, como Catedrático en la especialidad de Salud Pública en la Universidad de Medellín. Durante toda su vida destacó por su compromiso en la defensa por la igualdad social y los derechos humanos, especialmente en países, como el suyo, devastado por la pobreza.
Este “cristiano en religión, marxista en economía y liberal en política”, como él mismo se definía, cayó abatido por las balas de dos sicarios, en plena calle del centro de Medellín, la tarde del 25 de agosto de 1987 . En el bolsillo de su pantalón llevaba , escrito de su puño y letra, un soneto, quizás un apócrifo, atribuido a Jorge Luis Borges.
El Dr. Abad, por entonces Presidente del Comité de Derechos humanos de la ciudad, lo había leído en el programa semanal de radio que dirigía. Junto al poema, su hijo encontró una lista con dos docenas de hombres amenazados de muerte. También ellos fueron asesinados en los meses siguientes.
Este es el poema,
EPITAFIO
Ya somos el olvido que seremos
el polvo elemental que nos ignora
y que fue rojo Adán, y que es ahora
todos los hombres, y que no veremos
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte, y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fuí sobre la tierra.
Bajo la indiferente azul del Cielo
esta meditación es un consuelo.-
Así reza, tallado en piedra en el Cementerio de Campos de Paz, sobre su tumba.
Hector Abad Gómez, nacido en 1921 y arrebatado a la vida la tarde del 25 de agosto de 1987.
Descanse en paz.